miércoles, 29 de octubre de 2008

Todo pasará...




Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:
- Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.

Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total...

Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.

El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre.
La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia.
El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:
-No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.


Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino...
De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARA”.
Mientras leía “esto también pasará” sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.

El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas.
Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino.
Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes...y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:
-Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
-¿Qué quieres decir? –preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
-Escucha –dijo el anciano-: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido.
El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado. Entonces el anciano le dijo:
-Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.


De la Red...


6 comentarios:

marikilla dijo...

te envidio, yo también quiero tener un hijo.
Pero no llega...

Abriles dijo...

¡Legará, mujer, no te obsesiones! ¡Gracias por comentar! Un besito y ánimo...

Femmedchocolat dijo...

Cariño, Juanica. Mil gracias por todo. He visto que me dejaste el blog lleno de mensajes . TE LO AGRADEZCO INMENSAMENTE. Yo también te echo de menos y me hizo muchísimo bien poder hablar contigo el otro día. De verdad que eres una tía estupenda por no decir cojonuda. Tú ya sabes que yo soy mu fisna y "no" uso palabros :P

En fin, te imaginarás que ando hecha una M , y además me agarró un insomnio que prácticamente llevo sin dormir desde el domingo. Alguna hora suelta, pero nada más.
Imagino que muy posiblemente hasta el sábado no tenga tiempo para poder leer las cositas con calma y dejarte unos cariños y unos agradecimientos. Pero de verdad que es que no estoy en casa, y cuando estoy...

Pero siento tu calor, te percibo aquí, al pie del cañón y dándome la mano fuerte. Y eso es lo que más vale para mí. Se que sabrás comprender.

TE QUIERO MUCHÍSIMO. GRACIAS POR TODO. NOS VEMOS PRONTÍN

^_^

UN besico, Juani; sí, esto también pasará....


^_^ Gracias

Abriles dijo...

Chocolatito, lo sé. Se por lo que estas pasando, por eso puse estas entradas, para ti. Sabía que las entenderias. Un enorme achuchón...

Femmedchocolat dijo...

Gracias cariño.

Sí, voy a flote y con bastante ánimo y ganas de hacer mil cosas, (ya hablaremos por el chirifú en un ratico que coincidamos).
Y además de eso:
me pasó algo maravilloso que ni imaginaba podía ocurrir. No se ... suena extraño decirlo , pero parece que me cambió la suerte a todo nivel.^_^ Ya paralarem...

Un beso gigaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaante

Abriles dijo...

¡Me alegro muchisimo por ti, Chocolatito, te lo mereces!
Por cierto...¿has leído el libro "El secreto"?

Smuacksss...