sábado, 18 de octubre de 2008

Crónica resumida o...



Tenía siete años. Agarrada a la mano de su madre, corría y corría, sin saber por qué ni hacía dónde.

-¿Qué pasa mamá?¿Dónde vamos?¿Por qué lloras?

-¡Corre, tu...corre!

Un año después, en un país extraño, una habitación en penumbras, una cama desconocida, angustiosos y ahogados jadeos...

Se incorporó en el lecho y solo vió una espalda masculina. Saltó de la cama asustada, sin saber muy bien qué hacer...su madre yacía en el suelo intentando soltarse del cuerpo que la aplastaba, de las manos que le atenazaban la garganta.

Mordió, arañó y gritó llorando, desesperada:

-¡Dejala, sueltala!

No paró hasta que vió a su madre levantarse y recuperar el aliento.

La distancia, el tiempo y la despreocupación infantil, consiguierón borrar aquellas imágenes hasta que...hasta que le tocó el turno a ella.

Le encantaba viajar en tren. Era lento y largo pero nunca se aburría. Sus libros y la imaginación la acompañaban siempre.

Era una tarde-noche del mes de agosto. Los viajeros dormían en el compartimento. Él también. Se alegraba. Sabía, por la expresión de sus ojos, que había bebido demasiado en la última parada. Aprovechó la tranquilidad del momento para salir al solitario pasillo, abrir un poco la ventanilla y recibir en el rostro la brisa nocturna. Se dejó llevar por el traqueteo del tren y cerró un momento los ojos. No percibió la próximidad de otro viajero, que tuvo la misma idea que ella, hasta que una voz airada tronó desde el fondo del compartimento, quitandose ya el cinturón:

-¡Puta...igual que tu madre...provocando...!

Intentando protegerse con las manos, recibió con vergüenza los correazos.

Nadie la defendió, nadie hizo nada... Fué la primera de otras palizas.¿Motivos?¡Siempre había...imaginarios!

Pero, cuando hay una primera vez, también hay una última.¡Y llegó esa vez!

-¿Qué hay de cenar?-preguntó Él.

-No he hecho nada, dijiste que no vendrías.

_¿Qué yo dije eso?Saca el pan.

-Solo queda el de ayer,vino la tía Zutana con los niños y les dí de merendar.

-¿Qué?¿Robándome para darselo a esos malnacidos?¡Ven que te voy a enseñar!

La persiguió por la casa, enarbolando el bastón como arma hasta que, con un cuchillo jamonero, se plantó ante Él y le hizo frente.

Debió ver decisión en su mirada. En la suya, brilló el miedo.

¡Nunca más volvió a repetirse, nunca más le levantó la mano!

Dicen que "la cabra tira p'al monte" y así fué.

Encontró una nueva destinataria de "sus dulces carantoñas".

Tenía apenas dos añitos pero sabía que siempre traía chucherias en los bolsillos. Aún no había aprendido a reconocer en Él los síntomas de la embriaguez ni las consecuencias...

Feliz y risueña, corria hacía Él intentando rebuscar en sus bolsillos.

Él dejaba que se acercara y, cuando la pequeña estaba a su alcance, la pellizcaba. Llorando, se alejaba un poco.

Él, divertido, soltaba una carcajada. Volvía a engatusarla enseñandole un cacahuete, un caramelo, una avellana...Así, una y otra vez... Sin embargo, esta pequeña no estaba sola.

Se oyó un estruendo en la cocina. Ella, salió secándose las manos. Suavemente, apartó a la pequeña y...

-¡No vuelvas a tocar a mi hija!¡Ni se te ocurra ponerle las manos encima otra vez!

Ocurrió lo más feo que puede pasar...que una hija le pegue a su padre.

Se rompieron las cadenas...si se quiere, se puede.

J.M.F

2 comentarios:

Femmedchocolat dijo...

Esta es mi chica, que se abrió un blog!
Hola cielo, aquí estoy .

es tan real la historia que sobrecoge,de verdad que sí. Pero... verdaderamente... hay cadenas que es mejor romper .

te dejo un beso enorme, te me llevo el enlace, y te mando un correo contándote lo que sé sobre como configurar el blog.

un beso, y me alegra mucho verte

Abriles dijo...

Me siento acompañada contigo aquí...acompañada en la intimidad. ¡Tu me comprendes! ¡¡¡Achuchones!!!