domingo, 22 de noviembre de 2009

El campo muere...¡nos morímos!




Hoy, la ganadería y la agricultura, han unido sus fuerzas para protestar en la capital del reino. El campo español se muere, hace años ya que agoniza.

Nací en un pequeño pueblo extremeño, cerca de Mérida.
Sus gentes vivían del, por y para el campo.
Mis padres fueron de los miles de españoles que tuvieron que dejar el país para buscar en otros lares, un futuro mejor.

Pasaron años en Francia trabajando, prácticamente, de la mañana a la noche, de lunes a sábado. Los primeros años se reservaban un mes para volver para la vendimia y la recogida de la aceituna.
Poco a poco, con mucho esfuerzo y sacrificios, ahorraron, compraron su propia casa y después unos terrenos, la ilusión de mi padre y el sufrimiento de mi madre.
El, quería vivir de su trabajo, sin nadie que le diera órdenes. Ella, se negaba a que la pequeña familia que formábamos, dependiera del clima, de las cosechas y de los precios.
Murió antes de ver cuanta razón tenía con sus temores.

Mi padre trabajó con ahínco en esas tierras.
El cansancio y la fatiga no mermaban su orgullo al mostrarme los frutos de su cosecha: un año tomates, otro maíz, sandias, melones, pimientos…
Pronto comprobó que no era lo mismo tener un jornal diario seguro que esperar a recolectar para cobrar por el trabajo realizado.
Un año, era el "tiempo" el culpable de la mala cosecha, otro la bajada de los precios de los productos…los gastos pronto superaron los beneficios.
Poner a punto las tierras requería mucho trabajo. Tenía que ararlas y el gasoil encarecía este paso. Las semillas, los abonos, los insecticidas…sin contar el precio del agua para regar…

Cuando venía a visitarnos y veía en los supermercados el precio de la fruta y las hortalizas…ufff…por su boca solo salían sapos y culebras (por decirlo finamente…), aunque la palabra que más repetía era…"¡ladrones…!".

Por lo que sé, el asunto ha ido a peor, hasta el punto de que terrenos que antaño valían una pequeña fortuna, hoy no dan nada por ellos, solo generan gastos y quebraderos de cabeza.

No nos damos cuenta que la agricultura, la ganadería y la pesca (meto en el saco también a este gremio igualmente desprotegido) son la base de la economía de muchas regiones de España.
El fruto del trabajo y de los esfuerzos de muchos trabajadores anónimos se lo llevan los intermediarios, haciendo que miles de familias vivan de manera precaria.

Recuerdo las racimos de uva de las "arenas" de mi abuelo, los quesos recién hechos en las vaquerizas del pueblo…los mapas con los que aprendíamos las riquezas de nuestra piel de toro…¿cómo serían hoy?
Una pancarta de la manifestación de hoy decía…"Zapatero…¿qué echaremos al puchero?

domingo, 8 de noviembre de 2009

Por la lectura.





Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos.

Sus 'clientes' éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Kart May.

Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos.

Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo.
Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas.
Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos:
algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos. Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.

Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo.

Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque:

a) obtiene algo a cambio.

b) es objeto de una sanción.

Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura?

Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación?.¿Acaso dejaron de cobrar por el libro?. ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas?.¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos?
Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos? No entiendo a esa Europa mercantil.
Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra.

Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.

¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!

José Luis Sampedro


POR EL PLACER DE LA LECTURA :
La SGA (Sociedad General de Autores) ataca de nuevo. Escrito y firmado por Jose Luís Sampedro, escritor.

Se pretende obligar a las bibliotecas públicas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para 'resarcir' a los autores.
Mientras la gente de a pie apenas llega a fin de mes, los ya millonarios se forran a cuenta nuestra. No consientas tamaño atentado contra la cultura y pasa este mensaje a todos tus amigos.